A lo largo de los años he tenido ocasión de realizar un conjunto variado, amplio, de prácticas BDSM. Y me siento muy afortunado por todas esas vivencias, desde las más «de pareja» (pasando tardes o días enteros, comiendo, viendo la tele en el sofá… antes o después de los juegos); hasta las basadas en sesiones (de duración más limitada y centradas en las prácticas); pasando incluso por los encuentros en locales para juegos de dolor puntuales…
Los juegos BDSM
He podido ir conociendo un catálogo amplio de actividades: cera, momificación, figging; agujas, grapas, sondas; ataduras (para inmovilizar e incluso con tímidos acercamientos al shibari), correas, cadenas..; pet plays variados, posturas, esfuerzos; pinzas de todo tipo y en todas partes del cuerpo, plugs, algo de electricidad; y por supuesto azotes y golpes, con todos los instrumentos a propósito para ello…
Algunas de estas técnicas han salido de mi propio interior y otras, la verdad, las he aprendido y puesto en práctica un poco porque «se supone» que las hace un dom bedesemero. Y, si bien siempre me he divertido con ellas, y han sido excelentes para mi ego o, en otros casos, buenos preliminares para el sexo, etc…; no siempre han logrado despertarme el morbo, el sentir de la dominación verdadera (que es para mí —insisto: personalmente— lo esencial); me refiero a una sensación real y práctica de dominio más allá de que alguien, en determinado momento, «se deje» hacer tal o cual cosa, con la expectativa de recibir sensaciones fuertes como recompensa.
Por decirlo así: una cosa es partir de un sentir genuino de dominación y luego hacer con él lo que sea (que a veces ya es lo de menos); y otra, empezar como un simple juego, incluso a menudo demandado por la otra parte, una sucesión, una «tabla», de prácticas (hasta coreografiadas para impresionar a la parte sub…), esperando acercarse mediante ellas a ese sentir real durante un momentito…, para volver luego enseguida al ámbito de la amistad, de la pareja, etc…
Fastidiarse para el dom
Esto de la realidad del poder tiene sus intríngulis y complicaciones. Para mí (insisto: personalmente) lo que me hace sentir la dominación y el morbo (y lo que me resulta físicamente excitante) es la obediencia; y en particular que el otro haga cosas sin que le gusten o le apetezcan en el momento. Así sí lo siento; porque si la otra persona es la que demanda el azote o la que ansía la atadura… pues mi ego se fortalece al ser elegido como convincente y eficaz ejecutor, pero a costa, en mi caso personal, del morbo.
O sea que hay muchas cosas (dolores pequeños o grandes, humillaciones, esfuerzos físicos, obediencia en mil detalles, horarios, etc., solo por mencionar unos ejemplos) que en principio nadie las haría por gusto o iniciativa propias sino que molestan y fastidian, especialmente si se plantean fuera de la sesión o de la situación erótica, y que se hacen por puro sometimiento, para cumplir y complacer los deseos / caprichos del dom.
Lo cual no quiere decir que al fin no resulten excitantes (pero justamente por el autosometimiento que hay que realizar), o que no ocurra como a O, que «mientras sufría el suplicio, hubiera traicionado al mundo entero para sustraerse a él, pero cuando se terminaba estaba contenta de haberlo sufrido y tanto más contenta cuanto más largo y cruel hubiera sido».
Prácticas BDSM: Juego vs. Realidad
Así pues, muchas prácticas o situaciones que me gustan (a mí, particularmente), más en ocasiones que las escenas espectaculares, son aquella de «fastidiarse para satisfacer al dom» y también aquellas que no son juegos de pasar un rato, con un desarrollo muy pautado y estereotipado, sino situaciones con un carácter próximo a lo real. Y digo «próximas a la realidad», ya que hay cosas que no pueden ni deben ser realmente reales… Digamos el rapto, la esclavitud, la servidumbre… Lo que diferencia estas cosas de la realidad pura y dura es, a mi parecer, estos tres puntos:
- el CONSENTIMIENTO
- cierto acuerdo en los gustos o estilos COMPARTIDOS
- los LÍMITES
Requisitos imprescindibles, creo, y bastante lógicos, así como válidos para cualquier otra relación humana…
Es imprescindible definir un marco
Pero dentro del ámbito delimitado por los puntos anteriores hay mucho espacio para la sensación real. Es preciso establecer ese marco con la mayor sensatez y conocimiento personal y personalizado. Y después respetarlo escrupulosamente. Se trata más bien de olvidarse de todo lo que esté fuera del ámbito creado; con lo que, de cierta manera, la existencia misma de la limitación del marco se difumina. Pues salvo en fases de reconsideración explícita, el terreno (que debe ser amplio) dentro del marco, es todo el territorio.
Creo que es imperativo no salirse del marco para realizar acciones no previstas en lo acordado, pero tampoco me agrada personalmente el salirse de él para volver a un terreno «amistoso», fuera de la esencia de cada uno, desprovisto de poder. Por tanto, siento la necesidad de que, si el rapto, el cautiverio, o la servidumbre, etc. (temas todos que me resultan atractivos), están dentro del marco (o sea, son una práctica común, consentida y con límites asumidos), que ocurran y se sientan como reales, más que como mero juego.
Prácticas BDSM: Un plano o dos planos
El juego está muy bien, pues es divertido, lúdico, entretenido; en él se aprende y experimenta, y desde luego no es algo a rechazar. Pero la conciencia, ya muy extendida, de que se hace algo durante un rato para divertirse y excitarse y gozar; y que luego se vuelve a un ámbito de colegas, follamigos o pareja formal…, a mi (personalmente) me va resultando poco a poco desmotivador.
El volver a un terreno exterior al ámbito del poder erótico, no morboso, por mucho que se domine hábilmente la transición de un estado al otro, en mi caso debilita la credibilidad y la fuerza de las prácticas de dominación realizadas «cuando toca». Ya que el problema no está en el «cambio de chip» entre momentos de sumisión y de no sumisión; sino la propia existencia de esos dos planos, la que me debilita drásticamente el sentimiento de propiedad o dominio. Por eso sí que veo sentido, en el caso de la convivencia, al estilo «disciplina doméstica», con sus variantes de spanking, sirvienta o ama de casa tradicional.
Fantasías oscuras y proyectos
En coherencia (por lo que me parece, en principio) con lo anterior, noto que las fantasías escritas o visuales que más me atraen son las que muestran un poder y dominación no lúdicos, sino muy efectivos e impuestos. Esclavitud, prisiones, rapto, cautiverio, tortura, humillación… extraen su morbo de la potencia ineludible y contundente del poder ejercido. Por supuesto que el marco (consentimiento, gustos comunes y límites) imprescindible siempre en nuestro mundo real queda solo presupuesto u obviado de alguna manera, en el de la fantasía; ya que en dicho ámbito ilusorio y ficticio, el imperativo del morbo queda por encima de otras necesidades racionales, de la misma manera que la gente es tiroteada a mansalva en las películas policiacas, que atracadores guaperas vacían fácilmente la caja acorazada de los bancos o que todos los coches explotan siempre al caer por un barranco.
Al contrario de otras ficciones, que heredan de la literatura romántica el conflicto por el éxito o fracaso de la relación (amorosa o similares), cambiando los detalles de las practicas concretas realizadas, pero conservando el esquema; el conflicto que me interesa a mí en la ficción es el del poder, en el que unos quieren «esclavizar», ya sea en sentido amplio o en el estricto, a otros, y éstos se resisten o bien ceden porque son derrotados o porque necesitan ceder por su propio morbo…
Incluso temas perversos, oscuros, retorcidos, políticamente incorrectos… me despiertan alguna curiosidad en el terreno de lo novelesco o imaginativo: la hipnosis o el control mental, las drogas, situaciones degradantes, chantaje o extorsión, el incesto, la objetificación, ingenuas en apuros, el bullying, la maldad absoluta o los personajes del mundo del terror…
También me atraen ficciones bedesemeras menos fantásticas, como es el caso de Tabú. Y no olvidemos que existe también todo el mundo del femdom, así como los juegos interminables con el sexo y el género… El conjunto forma un universo imaginario muy amplio, con gran libertad en la exploración de temas bedesemeros clásicos junto a otras fuentes de morbo más inusuales o bizarras...
Por supuesto, siempre dado a proyectos más o menos irrealizables (y poco lucrativos) me encantaría hacer algo (revista, sello editorial…) que pudiera recoger y ampliar estos impulsos. «Proyecto» entre comillas, ahora en fase de contactar con personas afines a los temas mencionados, con la esperanza de que exista más gente interesada e inclinada a estas rarezas minoritarias… 😝
Estoy de acuerdo que en mi caso aunque lo llame 'Jugar' siempre ha de ser 'Real' sino no tiene ninguna gracia!!! 😉
Por cierto, el otro día hablando con una gran amiga (aparentemente vainilla) me decía que siempre la puso (el que más) el personaje de 'Drácula'… desde que era pequeñita y Frankenstein… ahhhh y el primero de todos fue Mazinger Z!!!!! Cuando me lo contó, fasciné por ese fetiche o gusto que nunca lo había escuchado… :))
Hola, Cloe; sí, yo creo también en la realidad para las prácticas. Sí en general esos mónstruos tienen connotaciones muy eróticas. El mordisco de Drácula, que además esclaviza, es muy significativo. Y, cierto, Mazinger Z también sugería mucho morbo, ya con varios lo he comentado, con esos robots masculinos y femeninos y ese rollito de 'Pechos fuera' 😀