A pesar de sus prometedoras primeras escenas, la película «The Duke of Burgundy», dirigida por Peter Strickland (2014), constituye un buen ejemplo de lo que, para mí, NO ES una sumisión satisfactoria o genuina, dentro de una relación de obediencia, dominación y servicio.
‘The Duke of Burgundy’: Obsesión teatral sin entrega
- El servicio realizado por la sumisa no es real, no es un esfuerzo hecho para satisfacer necesidades de la dominante, sino más bien un teatro puesto en práctica para satisfacción morbosa y fantaseada de la sumisa.
- Es la sumisa la que crea las escenas, con gran nivel de exigencia en todos los detalles que la dominante debe cumplir, y en efecto lo hace, renunciando a controlar adecuadamente la situación.
- Para la dominante, el recrear las situaciones del juego supone un esfuerzo muy considerable; con la recompensa de ver a su pareja contenta y que la relación amorosa siga en pie. En cierto modo lo que se da es una dependencia fuerte de la dominante hacia su pareja: su mención al envejecimiento, junto al hecho de que la sumisa sea más joven; también sus quejas por unos celos que en cierto modo son consentidos… A fin de cuentas, ella lo acepta y aguanta todo para mantener la relación… Desde una perspectiva bedesemera, su actitud complaciente hacia los caprichos de la sumisa parece sin duda excesiva y con ella, la dominante demuestra muy poca capacidad para la dominación, incluso más bien diríamos que la tendencia contraria.
- La actitud caprichosa de la sumisa en el uso de la palabra de seguridad; controladora al detalle en los tiempos y momentos de sus juegos (me resulta chocante por ejemplo su manifiesta impaciencia ante la tardanza en recibir el castigo previsto y consabido…); exigente en cuanto a los juguetes y aparatos a usar y a las escenas a interpretar…: todo ello, constituye en mi opinión lo opuesto a cualquier tipo de sumisión digna de tal nombre.
- Cuando la dominante llega a tener una necesidad real (una cuestión de salud), los cuidados reales que la sumisa puede proporciarle parecen encajar a duras penas dentro del juego de la sumisa…
- Más que un genuino deseo de entrega, a la (que hace de) sumisa la impulsa una obsesión por revivir, una y otra vez, ciertas escenas ideales, fantaseadas, con bastante independencia de la persona dominante, que en ocasiones parece más bien un intrumento…
- Puede afirmarse que es la dominante en realidad la dominada, la dependiente, la que se esfuerza por cumplir, aunque en este caso, paradógicamente, cumplir signifique interpretar el papel de ‘dominante‘ en las fantasías de su pareja.
Dejando aparte su belleza y valores cinematográficos, a mi juicio «The Duke of Burgundy» sirve más bien como un ejemplo de lo que no es una relación sana y auténtica de dominación/sumisión. En todo caso pienso que para el dominante que presencie la película, resulta de bastante interés observar y remarcar con fuerza los errores, los elementos (los puntos de la lista anterior) que conviene evitar en una relación de dominación.
Inversión del significado, inversión de las relaciones de poder
En un logro narrativo excelente, al terminar la película, cuando la escena inicial vuelve a repetirse por —ahora lo entendemos— enésima vez, el gesto y la mirada de las actrices nos transmiten justo lo contrario de lo que creímos entender la primera vez. Y todo el desarrollo del film ha cumplido su auténtica finalidad: la de desvelar el significado verdadero de la historia, que es el inverso al aparente.