A raíz de una pregunta de mi buena amiga Lena sobre si los doms sienten presiones (hacia ser más sádico o cualquier otra cosa), para ser considerados buenos doms (de la misma manera que, por lo que parece, las sumisas sí reciben presiones del tipo «si no aguantas el dolor, no eres buena sumisa»); he escrito estas reflexiones que copio aquí:
Presión social: mejor ‘antimodas’
Yo no he sentido nunca una presión social o del ‘colectivo BDSM’ (carezco de una percepción demasiado clara o unitaria del mismo) hacia ciertos comportamientos. Es verdad que según las épocas aparecen determinadas ‘modas’, tal como el ‘shibari’, las agujas, el latex, el ‘electro’… En estos casos yo me acerco con curiosidad a ver qué es, lo practico un poco, es cierto, y una vez experimentado lo pongo en su lugar y estantería dentro de las mil posibilidades que hay, pero no me he sentido presionado hacia nada (hay que decir que yo soy ‘antimoda’ en todos los aspectos de la vida…).
Nunca he tenido demasiadas conversaciones extensivas con otros doms sobre las actividades, y mis interlocutores son sobre todo las lecturas, la experiencia directa personal y la experiencia vicaria, observada; junto a mis impulsos y fantasías, las cuales sinceramente cada vez entiendo más como mi guía más auténtica y principal.
Tampoco he seguido religiosamente ninguna normativa ni ‘protocolo’ traducido del inglés y promovido (por decirlo suavemente) por el ‘colectivo’; así, por ejemplo, no he usado jamás la ‘palabra de seguridad’ (no por nada, sino porque en mi forma de actuar en las sesiones, nunca ha sido necesaria).
La regla de oro del BDSM: lo CONSENLIMITADO
Pero sí he seguido siempre una máxima principal e imprescindible del BDSM que recomiendo a todo el mundo: la práctica de lo CON sentido y CON límites, o sea, lo CONSENLIMITADO: aquello que necesita consentimiento de todas las partes para empezar y que tiene unos límites claros donde terminar. Es un enfoque que creo aplicable a todo intercambio sexual o de cualquier tipo en la vida, pues no creo que el BDSM tenga que tener regulaciones ni normativas específicas como si de enfermos se tratara, a los que hay que echar de comer a parte.
Lo que sí he sentido son las expectativas que traen a la relación las sumisas; pero ello no lo entiendo como presión en un sentido negativo, sino como un intercambio de deseos natural y propio de una relación. Las ‘presiones’ más reseñables que he experimentado han sido hacia una mayor frecuencia o regularidad de encuentros, más relación, relación más ‘de pareja’, más compromiso, más implicación personal, etc... Estas expectativas pueden ser muy fuertes, superando incluso la fuerza misma de la sumisión… Sin embargo, por una mínima comprensión del ser humano, sus ansias y debilidades (o por elegancia aunque no sea más), nunca se me ocurriría hacer jeremiadas públicas sobre esas ‘presiones’; simplemente las manejo como puedo o, si no hay remedio, dejo que muera la relación.
Nivel de dolor: Hay que comunicarse
En cuanto a las diferencias de nivel de dolor (u otras particularidades de las prácticas), son cosas que no las considero ni dignas de mención. Ya que el nivel de dolor es totalmente variable entre las personas, y hay que averiguarlo previamente en las conversaciones para ver si es más o menos parecido. Si es compatible solo cabe progresar a partir de dicho nivel hacia adelante, según la ley de Krashen (input +1), de forma gradual. Si existe una relación con una diferencia insalvable en el nivel de dolor es que la relación se ha iniciado en falso, pues no ha habido comunicación previa suficiente, sino que una de las partes, o las dos, se han ‘tirado a la piscina’ en base a criterios no prácticos ni reales.
En alguna ocasión sí he notado que la demanda de dolor por la otra parte era muy alta (normalmente no acompañada de sentimientos de sumisión o entrega). En ese caso me he dedicado (mientras durara la relación) a un interesante ejercicio de experimentación física y mejoras técnicas. Si bien es un tipo de relación que no está hecho al 100% para mí (pues suelo ser posesivo), lo he llevado adelante con gusto mientras ha durado, aceptando luego su fin, sin sentirme tampoco víctima de ataque o presión alguna.
Como comentario general, quisiera notar que los deseos de la gente son muy variopintos, y considero que uno debe tener la presencia de ánimo para sobreponerse a las sensaciones de no cumplir los requisitos planteados por el otro, sin sentirse por ello víctima de nada, ejemplos:
Los requisitos de los demás
Hay muchas mujeres que desean un dominante ‘empotrador’, y lo miran a uno como ‘poca cosa’ para ello, ¿deberé sentirme atacado por las ‘expectativas irrealizables de la sociedad hacia el dom’? Otras sumisas buscan hombres de edad y aspecto juvenil, tatuados y con los parietales rapados; y con toda naturalidad te dicen que «pensaban en alguien más joven», ¿tendré que inventarme como víctima del ‘juvenilismo’ u otros conceptos similares creados ‘ad hoc’? Otras, por el contrario, desearían una pareja, un padre, un guía, un cuidador, un esposo…; y disimulan a duras penas su desagrado hacia la personalidad de uno, que es más bien retorcida e inmadura…; ¿habré de acomplejarme y desahogar mi angustia en las redes sociales?
La realidad es que gustamos a muy poca gente y encajamos con muy poca gente; y el resto nos da de lado o incluso nos desprecia; con el agravante de que cada uno cree que su expectativa es la real y objetiva, que tiene derecho a exigirla y que es ‘culpa’ del otro si no la cumple.
Deportividad en el fracaso
Así, por ejemplo, es comprensible el sentir de una mujer ‘seria’ que te tacha de mal dom (e incluso de ‘mal hombre’; siendo «¡Eres un mierdas!» el diagnóstico más suave entre los habituales) por no acceder a relaciones exclusivas y ‘de tipo pareja’. Por supuesto que es comprensible (como tantas expectativas muy sentidas por todos nosotros en algún momento) y conviene aceptar el envite con presencia de ánimo y deportividad cuando no cumplimos el requisito y somos menospreciados, sin creerse por ello víctima de hipotéticas imposiciones y presiones dictatoriales, sino tomándolo como parte del conocimiento que vamos adquiriendo del ser humano y de sus infinitas particularidades…